jueves, 6 de diciembre de 2012

MEDIOS: como funciona la Matrix

Siempre pensé que la figura de la Matrix es inigualable para ilustrar muchas realidades de este mundo. Una de ellas son los medios masivos de comunicación.
Comparto esta nota de ArgentinaEnNoticias:

Informe especial. ¿Cómo evolucionaron los medios en la vida moderna? De la radio en la década de 1920 a la actualidad, los medios de comunicación influyeron de un modo determinante en el mundo moderno. Los medios ayudaron a comprender la realidad, pero ¿cuál realidad? Bienvenidos a la Matrix. Entender un poco más, a un click.



La globalización y el neoliberalismo ampliaron el radio de acción de los medios a una escala desconocida.

Corría 1920 cuando el mundo se sorprendió por el surgimiento de la radio. El nuevo medio resultaba revolucionario: entraba en cada casa, se ubicaba en el lugar central de los hogares y le decía, todo el día a todo el mundo, qué pasaba en lugares distantes –los informaba–; les proponía música para escuchar y entretenimiento para pasar los días.



La radio revolucionó entre 1920 y 1950 las costumbres de todos los ciudadanos del planeta, tanto como en estos años lo está haciendo Internet; o en los ’60 la televisión. A la vez, y desde principios de 1900, por la evolución técnica de las imprentas, los diarios se habían vuelto económicos y masivos: todas las grandes ciudades tenían medios gráficos impresos, generalmente con orientaciones políticas claras y un punto de vista definido frente a la realidad.

El siglo XX fue sin dudas el siglo de los medios de comunicación; aunque todo parece demostrar que el XXI lo es más. Y fue en este momento de esplendor, en el que batallones de científicos y especialistas se dedicaron a estudiar a estos grandes medios y a su poder; su capacidad de convencimiento y persuasión sobre las millones de personas que día a día los consumían. No era raro por esas épocas oír decir: “Es verdad, porque lo escuché en la radio” o “No puede ser mentira: está en el diario”. Desde los auspiciantes hasta los gobiernos –especialmente aquellos interesados en mover tropas durante la Segunda Guerra Mundial–; todos se ocuparon de analizar por qué la audiencia le daba tanta importancia a los medios y cómo lograr que los mensajes fueran más y más convincentes. Y mientras las principales universidades y centros de investigación desarrollaban sus análisis, en Estados Unidos inventaron la televisión.

En este complejo y apasionante contexto, los distintos teóricos de la comunicación hicieron sus aportes para que las sociedades pudieran tomar dimensión del funcionamiento de la Matrix de los medios de comunicación.

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Mauro Wolf fue un prestigioso especialista italiano sobre medios. Sus libros se estudian en las facultades de Comunicación de Europa y América. En La investigación de la comunicación de masas (1987) repasa los distintos análisis desde la vieja Teoría Hipodérmica, que veía a los medios superpoderosos y a los públicos increíblemente pasivos, hasta investigaciones más actuales.

En esta obra explica el enfoque de la Teoría Funcionalista, un desarrollo de mitad del siglo XX de enfoque sociológico que considera que los medios tienen ciertas funciones que cumplir en una sociedad. Según este punto de vista, deben legitimar y deslegitimar ciertas conductas –buenas y malas para la sociedad–; alertar sobre peligros, informar; transmitir valores éticos y facilitar los vínculos sociales. Pero frente a ellos, los estudiosos identifican, ya en los años ’60, ciertas disfunciones: alarmar en vez de alertar –es decir, asustar a la población–; replegar a las sociedades –la gente cree que participa pero no se involucra más que a través de la pantalla, por ejemplo–; y por último, quizás las más peligrosa: la “disfunción narcotizante”, que ocurre cuando por exceso de información la ciudadanía no tiene capacidad de reacción. 

El enfoque funcionalista es un sólido respaldo en el análisis de coberturas periodísticas de noticias policiales, y de gran utilidad para la evaluación de los efectos en la audiencia de las reiteraciones de noticias, por ejemplo, en los canales de de 24 horas. matrix-2

Corría 1968 cuando los científicos estadounidenses Max McCombs y Donald Shaw decidieron estudiar cómo los medios de comunicación condicionaban una campaña presidencial en su país. Su estudio fue contundente: el 90% de los encuestados –residentes de Chapel Hill, Carolina del Norte– indicaban, día tras día en una encuesta realizada todas las mañanas, que los temas más importantes del país eran aquellos que habían sido presentados por el noticiero de la noche anterior. Y cuando los temas cambiaban, su opinión, a la mañana siguiente, también.

Los estudios continuaron –y continúan hoy en día–. La teoría que surgió a partir de estos trabajos se llama “Teoría de la Agenda Setting” o “Teoría del Establecimiento Periodístico de Temas”.

Según sus teóricos, “como consecuencia de la acción de los medios el público es consciente o ignora, presta atención o descuida, enfatiza o pasa por alto, elementos específicos de los temas públicos”. Es decir, los medios tienen la no menor capacidad de instalar en la sociedad temas o hacerlos desaparecer; y condicionar nuestra “agenda de interés público”.

En 1979, Shawn afirmó: “La gente tiende a incluir o excluir de sus propios conocimientos lo que los medios incluyen o excluyen de su propio contenido. El público tiende además a asignar a lo que incluye en su agenda una importancia que refleja el énfasis atribuido por los medios a los acontecimientos, a los problemas o a las personas” Y dirá más: “la comprensión que tiene la gente de gran parte de la realidad es modificada por los medios”.

Así, los teóricos de la agenda afirman que aquello sobre lo que los medios no hablan, no existe para la opinión pública. Y que, consecuentemente, los lectores o receptores jamás podrán reflexionar, discutir o analizar estos temas omitidos. matrix-3

Más medios; y más medios independientes entre sí aseguran, en definitiva, más agendas posibles para las audiencias.

El fenómeno de la concentración que se vive en las últimas décadas en distintos países, en los que pocos dueños controlan medios gráficos, radiales, televisivos, distribución de Internet y cable y portales online beneficia que una misma agenda se trabaje e instale desde cada una de las terminales de cada mismo conglomerado.

En definitiva, la ley de servicios audiovisuales no es un capricho contra algún grupo. Es una necesidad. Es una ampliación de la oferta ante una problemática que los teóricos de la comunicación estudian desde 1920.

La existencia real de una variada oferta de servicios audiovisuales permite el acceso a múltiples agendas de intereses diversos. Más noticias, entretenimiento y cultura. A la vez, colabora con la competencia real en una industria que genera numerosos puestos de trabajo e ingresos genuinos a partir de las necesidades e intereses de la sociedad en la que se desarrolla.

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En la película “Matrix”, que los hermanos Wachowski estrenaron en 1999, los seres humanos de un futuro no tan lejano viven conectados a una simulación virtual de la realidad. La “matrix” en definitiva, es esta ilusión colectiva que es generada en los cerebros de las personas por las computadoras que dominan la tierra. Todo cambia para el protagonista, un joven de nombre Neo, cuando descubre que el mundo es otro bien distinto al que su cerebro cree por estar conectado a la matriz.

Si bien los medios de comunicación no son una “matrix”, la analogía es válida: nadie conoce completamente todo lo que ocurre y una buena cantidad de la información y los datos que llegan a diario a nuestros cerebros depende de quienes controlan el complejo entramado de los medios de comunicación en todo el mundo.

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Prácticamente todas las teorías de la comunicación reconocen cierto poder a los medios. Las primeras, de los años ‘30 y ‘40, consideraban que los emisores (la radio y el periodismo gráfico, sobre todo) eran mayormente activos y que los receptores no podían hacer más que aceptar lo que se les decía –se veía a la gente como pasiva, sin capacidad de reacción–.

Durante el siglo XX, los enfoques evolucionaron y el rol de “receptor pasivo” prácticamente desapareció. Pocos estudios sostienen actualmente que quien consume radio, televisión, Internet o diarios cree ciegamente todo lo que le ve o escucha. Al menos no siempre, al menos no todo el tiempo. Surgen entonces conceptos como los de “decodificación dominante”, “decodificación negociada” o “decodificación de oposición” según la aceptación que el público le dé a los mensajes que consuma.

Sin embargo, la mayoría de las teorías y escuelas de diferentes enfoques y orígenes –desde las marxistas hasta las administrativas o de desarrollo estadounidense– coinciden en que los medios tienen gran capacidad de influencia y persuasión sobre sus públicos.

Especial: Argentina.ar

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